"Creemos que la vida es
solo la actividad del carbono y una mezcla de moléculas; vivimos un
tiempo y después nos pudrimos bajo tierra”, escribió el doctor en
medicina Robert Lanza, citado por el diario británico ‘Daily Mail’.
Este profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad Wake Forest
de Carolina del Norte argumentó que los humanos creemos en la muerte
porque “nos han enseñado a creer que morimos”; es decir, nuestra
conciencia asocia la vida con el cuerpo, y sabemos que el cuerpo muere.
Su teoría, denominada ‘biocentrismo’ o ‘universo de la biocéntrica’,
explica que la muerte no puede ser tan terminal como creemos. Según
esta teoría, la biología y la vida originan la realidad y el universo, y
no a la inversa.
De eso se desprende que la conciencia determina la forma y el tamaño de los objetos del universo.
Para dar un ejemplo, Lanza se centra en cómo percibimos el mundo que
nos rodea. Una persona ve el cielo azul y le dicen que ese color es el
‘azul’, ”pero se pueden cambiar las células de su cerebro para que vea
el cielo de color verde o rojo”.
Nuestra conciencia da sentido al mundo y puede ser alterada para
cambiar nuestra interpretación. Desde el punto de vista de la
biocéntrica, el espacio y el tiempo no se comportan de manera tan rígida
ni tan rápida como nos presenta nuestra conciencia.
Si aceptamos la teoría de que el espacio y el tiempo simplemente
son ’herramientas de nuestra mente’, entonces la muerte y la idea de la
inmortalidad existen en un mundo sin límites espaciales ni lineales.
Los físicos teóricos creen que hay una cantidad infinita
de universos en los que diversas variaciones de personas y situaciones
existen y ocurren simultáneamente.
Lanza afirma que todo lo que puede suceder sucede en algún momento en
todos estos ‘multiversos’ (los múltiples universos posibles), lo que
significa que la muerte no puede existir “en un sentido real”.
Según Lanza, que participó en los primeros experimentos de clonación,
cuando morimos nuestra vida se convierte en una “flor perenne que
vuelve a florecer en el multiverso”.
Para corroborar su teoría, el científico citó un experimento conocido
como ‘experimento de la doble rendija’, que demuestra que la percepción
humana participa en el comportamiento de la materia y la energía.
El
biocentrismo (del griego βιος, bios, “vida”; y κέντρον, kentron,
“centro”) es un término aparecido en los años 1970 para designar a una
teoría moral que afirma que todo ser vivo merece respeto moral.
Asociado en sus orígenes con la ‘deep ecology’ (ecología profunda),
el biocentrismo pretende reivindicar el valor primordial de la vida. El
biocentrismo es un modo de pensar que se contrapone al teocentrismo
(Dios es el valor más importante para una sociedad) y al
antropocentrismo (La humanidad es el valor más importante para una
sociedad).
Funda su ideario en los conceptos de interacción, la coevolución, la
complejidad de las relaciones entre las especies, la no discriminación,
el trato con los animales, la cultura de lo vivo, la interactividad de
los sexos, la democracia participativa, la agricultura ecológica y el
uso de las energías renovables. Asimismo, entiende que la Tierra puede
vivir sin el hombre, pero el hombre no puede vivir sin la Tierra.
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