El electrón, partícula constituyente del átomo, fue descubierta en 1897 por J.J. Thomson, y la estructura del átomo fue elucidada por Ernest Rutherford en 1911. Muy pronto, estos descubrimientos pusieron de manifiesto que la física de Newton, si bien describe perfectamente el mundo macroscópico, no se aplica a los fenómenos físicos que ocurre en el mundo de los átomos. Para describir esa realidad, hubo necesidad desear una nueva teoría, la mecánica cuántica, drásticamente distinta de la newtoniana en cuanto a sus principios básicos.
Esta nueva teoría no solo modificó los conceptos de espacio y tiempo, sino que llegó a replantear el problema filosófico de la existencia de una realidad objetiva. En la interpretación de Bohr y Heisenberg, el observador (investigador) no puede abstenerse de lo que observa, ya que el mundo microscópico que estudia, es producto, en parte, de lo que el mismo contribuye a poner con sus aparatos de observación.